Piolín, Pepo, Louise… esos son los nombres de los perros que tengo en la oficina, en la misma planta dónde trabajo. Pepo es un perro enorme, negro, pero muy viejo, así que está practicamente tumbado en el suelo.. pobrete, porque tiene que subir al tercer piso siempre por las escaleras y se nota que sufre. Éste, es el perro del jefe, y aunque sea a duras penas, siempre lo sigue a todas partes.
Luego está el pispireto Piolín, jóven, ágil, siempre con ganas de jugar con todo el mundo, y la dueña se lo lleva a todas partes, cuando sale a fumar, cuando va a reuniones, eso sí, sino, debajo de la mesa de su dueña, tiene su super mundo, con una mantita, dos o tres juguetes y un plato con comida y otro con agua. Ideal! A veces, si que chemeca y se queja, sobretodo cuando alguien se acerca demasiado, porque claro, tiene que defender su territorio!
El otro perro, Louise, es muy agresivo, ya se le nota en la cara, y no puede estar suelto, asi que se pasa las ocho horas del trabajo encerrado en una caja especial para perros debajo de la mesa de la dueña. Y cuando sale, parece que sea una cabra montesa sin domesticar.. la verdad que es un perro muy raro, pero como dicen, los perros acaban pareciéndose a los dueños.
Y al mediodía todos, pero eso sí por separado, se van a pasear al perrito media hora en la «mittagspause» en la hora que tenemos para comer. Aunque llueva y nieve.. la cita fiel con la calle no se la quita nadie! Y se han convertido en parte de la oficina, es decir, como una persona más, si les pasa algo, todo el mundo está preocupado, y todos juegan con ellos, les dan comida, golosinas, etc.. y si hacen algo especial, todos nos reimos.
Eso sí.. hay que acostumbrarse a esta cultura de «perros permitidos en la oficina», yo nunca lo había visto hasta llegar aquí a Munich.